miércoles, 4 de septiembre de 2013

Aceptar


Aceptar no es sinónimo de resignarse ni de conformarse y sí podríamos ponerlo como antónimo de lucha. No quiero liarlo, tampoco intervenir en nuestra gramática; entre otras cosas porque no soy quien ni es mi cometido. Tan solo es mi manera de ver ahora… la aceptación.

Pensamos que conocemos cada reacción que podemos tener, cada respuesta a cada situación; con nuestros defectos y virtudes. Nos equivocamos, tan solo conocemos partes de nosotros –algunas más a fondo que otras- desconocemos lo que se encuentra en lo más profundo de nuestro ser. Ocurre que por la incertidumbre e inseguridad que nos provoca, preferimos ignorarlo y la consecuencia inmediata, es la no aceptación y  si no aceptamos, entramos en un conflicto ignorado que lleva consigo un no terminar de estar bien en nosotros, surgen inquietudes que queremos acallar llenándolas con deseos o quejas.

Aceptar todo, incluso lo que no conocemos de nosotros, es entender que tenemos deseos y que nos rebelamos cuando algo nos molesta o no sale como esperábamos, es natural, lo importante es saberlo y “dejarlo pasar” aceptarlo.

 Como seres pensantes que suelen buscar la lógica de las cosas, que necesitan clasificar todo aquello que ven, sienten y hacen, valoramos nuestras virtudes –cosa que es beneficiosa pues, con ello, aprendemos a conocernos y a amarnos-. De igual modo, conocemos nuestros defectos –que también esta bien, pues nos es útil para conocer hasta dónde podemos llegar o no llegar- pero es importante que, de la misma forma que aceptamos nuestras virtudes porque nos gustan, porque nos sentimos bien comprobando que están ahí… tenemos que aceptar nuestros defectos, es inútil luchar contra ellos, cierto que no nos sentimos igual que cuando comprobamos nuestras virtudes pero… “es” también están ahí.
Este puede ser el comienzo para cambiar aquello que nos gustaría cambiar de nosotros. Si aceptamos, de ahí, puede partir la transformación, ese cambio que a veces nos inquieta tanto y no conseguimos dar con el modo. Puede que, ese cambio, no surja del todo, pero si aprendiéramos a amarnos tal cual somos, no sufriríamos o nos sentiríamos mal, por tanto, quitaríamos más frustración de nuestras vidas.

Es por lo que se me ocurre que aceptación podría ser antónimo de lucha porque si entras en conflicto con lo que no te gusta de ti… aparece el rechazo, la frustración y hasta la culpa que provoca más frustración. No es fácil aceptar lo que, como reacción inmediata… rechazas pero, igual que lo que nos gusta de nosotros, también esta y forma parte de un todo.

Si nos aceptamos sin más, nos daremos cuenta que parte de ese todo que “somos”… está, porque existe la otra parte, y esto nos lleva ha verlo de un modo en el que terminamos amándonos sin condicionarnos. No existe, en ello, resignación ni conformidad, por el contrario… se pone en marcha el mecanismo de transformación.