Iniciaré
este pequeño cambio, remontándome a casi tres años atrás, cuando comencé ha interesarme
por el Budismo Zen. Y como ya he dicho en muchas ocasiones, no hablaré aquí, de
Budismo Zen, tan solo contaré mi experiencia. Aunque puedo recomendar blog que
hablan sobre ello y, en concreto, el de mi amigo, muy fácil de entender y leer,
llamado. “El Manuscrito Zen” o a través de la lista de blog que sigo.
Tampoco
entraré en detalles de cómo mis ideas
fueron transformándose, entre otras cosas porque tendría que contar, porqué y cómo
pensaba antes y… sería un tanto aburrido.
Apuntar
que cuando decidí tomar este camino (utilizo el nombre de camino, por buscar un
modo para denominarlo) no imaginaba que fuera a ser tan desconcertante e
incierto. Muchas ocasiones hubo en que casi desistí; el motivo, lo complicado
de entender términos con explicaciones, con las que creía que ya empezaba a
captar el sentido, pero siempre terminaban escapándoseme. Aunque a la vez,
necesitaba seguir porque tenía la sensación de estar encontrándome con algo muy
conocido y cercano, afín.
Me
topaba con ideas que me costaba darles forma, me inquietaban y llegaban a “descolocarme”.
Igual que otras, me hacían sentir alegría y satisfacción pues era como: -“¡Lo
sabía!”-.
Una
de las primeras conclusiones a las que llegué, fue que no importa lo que sienta o piense, incluso lo que suceda –bueno
o menos bueno- lo importante, es tomar conciencia de cada suceso, darme cuenta
de todo lo que ocurre a mí alrededor y en mi interior. Algo que no me cuesta
nada hacer, pues siempre he sido muy analítica con mis sentimientos,
acciones, posturas, reacciones. Las analizo para encontrar el cómo y el
porqué de mis sentimientos. Solo que
he hecho cambios en las ideas que surgen después de sacar conclusiones.
Estaba bien analizar y así intentar sacar los motivos subyacentes a
cualquier reacción o comportamiento, esto me ayudaba a ser algo más tolerante,
a “conocerme mejor” pero faltaba compasión, era poco comprensiva conmigo misma,
me castigaba mentalmente.
Es
decir, lo que descubrí es que lo importante es la atención, no los acontecimientos en sí, ellos van y
vienen cambiantes. La atención plena, el darme cuenta de cada instante vivido,
es lo que me acerca a estar más en el aquí y ahora. Igual que los sentimientos,
también van y vienen, con su origen en nuestra mente, nuestras ideas; lo que me
hace ser compasiva también conmigo.
Esto
y más, que seguiré contando, he aprendido, aunque es más acertado decir que he
ido descubriendo, porque una parte de mi, sabía –todos lo sabemos- es una
sensación como de estar sacando a la superficie de la mente lo que ya estaba
ahí aunque como olvidado, oculto, apartado. Cosa que me provocaba, entusiasmo y
ganas de seguir descubriendo por duro que sea en ocasiones.
Ahora
sé que solo tenía que escucharme y dejar que se fuera instalando en mi
conciencia, aunque a veces… me turbe o “descoloque” lo que descubra, y sé que
habrá más y seguirá “Poniéndose patas arriba mi mundo” para después… estar
donde tiene que ser.
Hay
aún algo más importante, todo es como quieres que sea y el Budismo Zen puedes
tomarlo como una religión o como yo lo veo, un modo de ver y vivir la vida para
estar en este mundo creciendo y superándote, dejando de buscar fuera lo que ya
esta en nosotros. Sin aferrarme a ello como si fuera a salvarme, nadie puede
salvarme sino yo misma.