lunes, 19 de septiembre de 2011

Defendamos sonrisas

Hoy he vuelto a mirar entre mis escritos y me topé con algo que escribí, con mucha tristeza aunque con esperanza, hace tiempo para el períodico del colegio de mis hijos. Y ésto es lo que incluyo hoy en mi blog, sin odio, sin colera, pero para que no olvidemos. No es correcto recordar  solo en cada aniversario. Esos familiares que sufrieron tal pérdida lo tienen muy presente.




Unos días después del atentado recibí un mail de una amiga –Asunto: Sí, sonríe, sonríe-.
-        Es verdad me olvidé.
Sí, aparentemente era la misma de antes del 11 de marzo, más solo era eso “aparentemente”, porque algo había cambiado en mi sentir diario, (tu también ¿verdad?) mis pensamientos me habían llevado a estar triste, seria…  mirando las cosas de una forma diferente, sin sonrisa en mi expresión, sin poder olvidar ese hecho tan cruel y dantesco.

Imagina, solo por un instante, cuántas de esas personas tenían motivos de celebración ese día, sus cumpleaños, aniversarios, quizá a alguno, a la vuelta de su trabajo, o de un día más buscando un puesto de trabajo, o del instituto, le esperaba una fiesta sorpresa; imagina que tristeza habrá en esos corazones y lo que es peor piensa en esa mala cara o regañina que le haces a tu hijo porque no va en los estudios como tu quieres, o de ese adolescente que le da una mala contestación a su madre… a su padre antes de salir por la puerta a cumplir un día más de trabajo ¡Cielos! qué sentimiento de culpa queda en ese corazón para toda la vida y todo… ¿en nombre de qué? ¿Por qué razón? No hay ninguna, y digo, ninguna razón lo suficientemente poderosa como para arrancar de un modo tan brutal las oportunidades que aún había en todas esas vidas.

Y ahí, aún sin haber abierto el mail de mi amiga, me quedé pensando, reflexionando, escuchando esos pensamientos que estaban atrapados en mi mente, como todas aquellas personas atrapadas en su dolor, con nombres y apellidos, con padres, madres, hermanos, novias, novios. Y la misma determinación que me empujó  a unirme en ese grito, a veces silencioso y desgarrador otras; con los millones de españoles que demostrábamos lo que sentíamos en la manifestación, me dije: - ¡ya esta bien!.
Un simple mail de una buena amiga, me hizo pensar todo esto en un solo instante, pero también, me hizo recordar lo que siempre he defendido y que unos miserables que no merecen otro adjetivo, que no podemos decir son seres humanos porque carecen de buenos sentimientos, son seres incompletos. Bien, me hizo recordar que mi premisa, siempre y en todo momento, con mi gente, es vivir al lado de ellos, cada día como si fuera el de la despedida, entregando lo mejor de mi, con amor, tolerancia y escuchando hasta lo que no se dice para percibir que estoy cerca, afín a sus pensamientos y su sentir. Fíjate que se me ocurre pensar -en un momento de tranquilidad, en un momento optimista- que si todos al unísono, de la misma manera que nos echamos a la calle el 12 de marzo, practicáramos un poco más este “buen rollito” con todos y para todos… quizá… podríamos sonreír por un mundo mejor.

Yo… Por mi parte he vuelto a sonreír a los míos, tal vez… Tal vez con otro trocito de corazón roto pero vuelvo a vivir mí día a día como el último. Porque hay una cosa que tenemos que tener siempre presente, nadie tiene el derecho de quitarnos nuestra libertad de vivir, sentir y disfrutar de nuestra gente, nadie y menos ellos.

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